La autoproducción energética es el reto de cualquier persona que quiera desconectar su casa de la red. Meghan Sapp y su marido Iñigo Arana, dedicados a desarrollar comunidades energéticas a través de su empresa de ingeniería PlanetEnergy, han querido demostrar que es factible y rentable convertir un caserío de Oskotz, en Navarra, en una "isla energética".
Pero el autoabastecimiento energético de esta vivienda no se conseguirá únicamente gracias a la colocación de paneles solares fotovoltaicos y un minigenerador eólico, sino que parte de la energía necesaria para el funcionamiento de los distintos equipos del hogar se obtendrá a partir de los excrementos de sus seis habitantes y cuatro caballos. Un sistema que transformará estos residuos en biogás mediante metanización, combustible que será utilizado para el suelo radiante, el agua caliente sanitaria y la cocina.
"Hasta ahora los residuos humanos sólo se podían convertir en biogás en redes de saneamiento a escala muy grande, principalmente ubicadas en las ciudades, pero nosotros vamos a demostrar que esta tecnología también se puede aplicar a pequeña escala", asegura Meghan. "Además", añade, "el sistema de biogás permitirá aprovechar los excrementos para producir agua mineralizada con la que poder regar las tres hectáreas con las que cuenta el caserío así como producir un tipo de abono orgánico que no huele".
Este caserío o isla energética, que con un coste de 580.000 euros (la parte energética supone una inversión de 80.000 euros), se prevé que esté terminado para abril de 2016 y ha sido financiado por Triodos Bank. Un proyecto piloto que Meghan cree que es replicable y no sólo en otras casas rurales, sino también en edificios residenciales, en comunidades de propietarios.