Cuando nació este suplemento, hace ahora 1.000 números, el edificio español que definiría toda una época tenía tan sólo seis meses. Se trata del Museo Guggenheim de Frank Gehry, que impulsaría el llamado efecto Bilbao. Es decir, la creencia -o más bien esperanza- de que un edificio icónico es capaz de resucitar una ciudad entera. El milagro vasco propulsó una arquitectura espectáculo que, si bien se ha dado globalmente, en España adquirió dimensiones peligrosas.
La arquitectura como márketing y ese ansia política por contratar arquitectos estrella para dar relumbrón a sus ciudades a través de obra pública ha terminado, en mayor o menor medida, por revelarse como un fiasco, y no sólo porque las urbes que buscaban diferenciarse con un diseño de marca hayan terminado homogeneizándose. Un ejemplo evidente es la interrumpida Ciudad de la Justicia de Madrid, encargada a una constelación de arquitectos galácticos. Tampoco se salvaron de las críticas la interminable Ciudad de la Cultura de Galicia, en Santiago de Compostela, de Peter Eisenman; los enredos políticos del Centro Niemeyer en Avilés (Asturias); o la obra de Santiago Calatrava en Valencia, que acabó identificándose con el derroche de fondos públicos en esa comunidad.
No siempre ha habido corrupción ni estuvo mal planteada la arquitectura con firma del starchitect. De hecho, pese a ser un término que ellos mismos detestan -lo han dejado bien claro Frank Gehry o Rem Koolhaas-, arquitectos estrella existen desde antiguo. ¿Qué fueron si no Palladio, Frank Lloyd Wright o Le Corbusier? Son los tiempos los que han cambiado. La arquitectura se ha convertido en una marca y ésta se comunica, y muy rápido, por las redes sociales entre el público general, presto al selfie.
Además, la cultura vigente del famoseo ha acogido a estos arquitectos. De ellos se conoce más su nombre que su obra. Hablamos de Frank Gehry, Richard Rogers, Norman Foster, Jean Nouvel, Herzog & de Meuron, Zaha Hadid, Rem Koolhaas... Prácticamente, todos han dejado su impronta en la arquitectura española de las últimas dos décadas, y no sólo en el Hotel Puerta de América. Gehry triunfó con el Guggenheim, que se parecía bastante al Walt Disney Concert Hall de Los Ángeles, y repitió fórmula en los viñedos con hotel de Marqués de Riscal en la Rioja, donde se sumaron las bodegas de otros arquitectos estrella, como Calatrava con Ysios y Hadid con López Heredia.
Edificios emblemáticos
Rogers, junto con el Estudio Lamela, firmó una T4 en Barajas muy suya y que se estudia en los libros de arquitectura; Norman Foster recibió el encargo de erigir una de las Cuatro Torres madrileñas, diseñó estaciones de servicio para Repsol, ha ganado con Rubio Carvajal la nueva ampliación del Museo del Prado y ha instalado su fundación en la calle Monte Esquinza. Mientras, Jean Nouvel, que se ocupó con Alberto Medem de la ampliación del Reina Sofía, plantó su entonces llamada Torre Agbar en las Glòries de Barcelona, redibujando el perfil urbano de la Ciudad Condal. Llamado a ser un edificio icónico que representara a la empresa Aguas de Barcelona, no funcionó.
Los suizos Herzog & de Meuron, por su parte, recuperaron brillantemente lo que hoy es el CaixaForum de Madrid y desplegaron la vela de la sede del BBVA en Las Tablas. La fallecida Zaha Hadid vio interrumpidos algunos de sus proyectos españoles con la crisis, pero dejó el desaprovechado Pabellón Puente de la Expo de Zaragoza de 2008 con un sinuoso desfase presupuestario incluido.
Pero también ha habido mucha y buena arquitectura sin bling bling, y sin ser planteada como reflejo de la megalomanía política y comercial (eso también viene de antiguo). Por ejemplo, en el caso de la vivienda social son reseñables el llamado edificio El Mirador del PAU de Sanchinarro, de Blanca Lledó y los holandeses de MRVD, así como las proyectadas por Vázquez Consuegra en el Ensanche de Vallecas.
Dentro de la obra cultural, es remarcable el reciente CaixaForum de Sevilla, también de Vázquez Consuegra; el MUSAC de León de Mansilla + Tuñón Arquitectos; y el edificio de nueva planta que añadió Rafael Moneo en torno al claustro de Los Jerónimos para ampliar El Prado. Fuera de nuestras fronteras, Cruz y Ortiz fueron responsables de remodelar el Rijksmuseum de Ámsterdam.
Con premio
En estas décadas prodigiosas, el Pritzker -que en España sólo lo había ganado Moneo en 1996- recayó en los catalanes RCR, Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta y su arquitectura sensible. La concesión del más prestigioso galardón de la arquitectura en 2017 fue interpretado como la confirmación de que en España, a pesar de todo, se ha dado una arquitectura de gran calidad y el país se ha posicionado como «un importante centro del diseño internacional, la experimentación y la excelencia», en palabras del MoMa.
Precisamente, el museo neoyorquino dedicó en 2006 una retrospectiva a la nueva arquitectura española que incluía 53 proyectos como: las VPO de la autopista SE-30, en Sevilla, de Nieto Sobejanos; las torres bioclimáticas en Salburúa (Vitoria) de Ábalos, Juan Herreros y Renata Sentkiewicz; la intervención del Paseo del Óvalo, en Teruel, por David Chipperfield y b720 Arquitectos; la renovación del Mercado de Santa Caterina, en Barcelona, por parte del fallecido Enric Miralles y Benedetta Tagliabue; pero también el hoy descartado palacio de congresos de Córdoba de Rem Koolhaas.
La excepcionalidad de la arquitectura española cuenta entre sus defensores a autoridades como Kenneth Frampton, el arquitecto, crítico e historiador británico cuyas publicaciones han formado a generaciones de arquitectos de todo el mundo. Sostiene que la Escuela de Arquitectura de Madrid es "absolutamente excepcional". Como explica Marina Otero, responsable de Investigación y desarrollo del Het Nieuwe Instituut de Róterdam, "la educación de la Arquitectura en España es de innegable calidad y presenta un compromiso con las realidades sociales, políticas y económicas".
"No podría decir lo mismo del gran porcentaje de los edificios que se construyen en nuestro país. La construcción sigue estando al servicio de los intereses de muy pocos", añade Otero, que este año es la comisaria del Pabellón Holandés para la Bienal de Arquitectura de Venecia, logro que define como "un gran honor y una gran responsabilidad". Pero para ella como para tantos arquitectos jóvenes con talento y experiencia es a día de hoy y a su pesar impensable trabajar en España. Esa es la sombra que persiste tras dos décadas eclipsados por los arquitectos estrella.
Fuente: http://www.elmundo.es/