Por una edificación sostenible


De acuerdo con los datos de la Asociación de Ciencias Ambientales, el 3% de los hogares españoles destina más del 20% de sus ingresos al pago de la energía que consume, mientras que diferentes análisis de la Unión Europea determinan que lo aceptable es que esta suma no supere el 5%.

Uno de los mayores problemas de un país es la existencia en su seno de pobreza energética, situación que se da cuando los integrantes de un hogar no pueden afrontar el pago necesario de la energía para satisfacer sus necesidades domésticas; o cuando se ven obligados a destinar una parte excesiva de sus ingresos al pago de la factura energética, lo que merma sensiblemente su capacidad para adquirir otros bienes de primera necesidad. Para centrar parámetros, un hogar en pobreza energética es aquel incapaz de, por ejemplo, mantener la vivienda en unas condiciones de confort adecuadas para la salud que, según la OMS, son de aproximadamente 21 grados en invierno y 25 en verano.

A raíz de una de las olas de frío polar que azotó España durante el pasado invierno y que situó la factura eléctrica mensual media en 80 euros, fallecieron cerca de 7.000 personas que se encontraban en situación de pobreza energética. No pudieron afrontar ese gasto, lo que dio lugar a diferentes acontecimientos, de fatal evolución, directamente asociadas a no tener la temperatura adecuada en su hogar. Según los últimos datos aportados por el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España (CSCAE), más de cinco millones de personas (cerca del 11% de la población total) tuvieron serias dificultades para mantener su vivienda a una temperatura estable y adecuada. Ante esta situación, la edificación de hogares energéticamente eficientes es una solución clara, necesaria y perfectamente ejecutable.

Uno de los estándares más exigentes del mundo para garantizar que una edificación es de consumo casi nulo es el estándar Passivhaus. En el caso concreto de la ola de frío a la que nos referíamos, y centrándonos en consumo de energía eléctrica, una casa certificada Passivhaus podría haber tenido una factura mensual inferior a 10 euros. Se trata de un tipo de construcción que reduce hasta en un 90% la demanda de energía para calefacción y refrigeración frente a los edificios convencionales. Además, la escasa energía que requiere se puede cubrir fácilmente con energías renovables, convirtiéndose en una construcción con un gasto energético –y económico– muy bajo para el propietario y un efecto claramente positivo para el medio ambiente.

La optimización de la eficiencia energética en un edificio pasivo se logra mediante un modelo que proporciona ventilación natural a la vivienda con un sistema mecánico de recuperación de calor. Gracias a este sistema, se renueva el aire en el interior sin que se den pérdidas o ganancias de temperatura, y realizando a la vez un importante filtrado del aire –que proviene del exterior–, lo que ayuda a eliminar sustancias nocivas como polen, polvo y alérgenos, garantizando su óptima calidad.

La construcción bajo el estándar Passivhaus no supone el uso de un tipo de producto, material o estilo arquitectónico específicos sino que se centra en la optimización de los recursos existentes a través de técnicas pasivas como, por ejemplo, un buen factor de forma que reduzca la superficie en contacto con el exterior para disminuir las necesidades de climatización, una orientación correcta de las ventanas para aprovechar el calor del sol en invierno cuando están cerradas y la ventilación natural al abrirlas, o instalar protecciones solares que impidan un sobrecalentamiento en verano, entre otras. Esto, junto con un alto aislamiento térmico, la eliminación de puentes térmicos, la elección de unas carpinterías y vidrios de altas prestaciones, el cuidado de la hermeticidad de la envolvente y la ventilación mecánica con recuperador de calor hacen de estas edificaciones las más eficientes.

Hubiera sido necesaria una reeducación ambiental de la construcción años atrás. Es tarde para solucionar lo que no se hizo a tiempo, pero no para comenzar un camino nuevo. Uno de los primeros pasos a dar es establecer por parte de la Administración Pública una definición rigurosa de Edificio de Consumo Casi Nulo. Esta definición queda actualmente lejos de lo que ha expuesto la última resolución. No se debe legislar a golpe de miedo ni poniendo parches ante las posibles sanciones de la Unión Europea por no haber hecho los deberes; la legislación de la edificación es algo muy serio.

El Banco Mundial, a través de su informe RISE, analiza las facilidades energéticas (igualdad de acceso a la energía, apuesta por renovables, eficiencia energética, innovación energética…) que confieren 111 países a sus ciudadanos. España ocupa un discreto puesto 22 en el ranking, por detrás de nuestro entorno económico y territorial. Si queremos un país fuera de las ratios de pobreza energética, y, sobre todo, si queremos que nuestros edificios sean eficientes y sanos, es imperativo trabajar por una edificación sostenible.

Adelina Uriarte es presidenta de la Plataforma de Edificación Passivhaus.


Fuente: http://www.cincodias.com/
 
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