El descenso de los precios de las casas ha tocado suelo hace ya tres años, y desde entonces, subidas moderadas (en torno al 8% este año) se están compatibilizando con ventas crecientes. El mercado no se mueve en volúmenes de compraventas de 2008, pero empieza a tomar un vigor nada despreciable; tanto, que augura un tirón adicional de los precios, salvo que se mantenga la contención en la concesión de crédito. Porque en los seis primeros meses del año, mientras las ventas de casas suben más de un 13%, el nuevo crédito hipotecario desciende más de un 6%.
Cuesta creer que se reproduzca el fenómeno de los primeros años del siglo, cuando la construcción de casas, su venta y el crédito para financiarlas avanzaba cada año más del 20%, y que culminó con niveles muy peligrosos de deuda de los particulares, de mora y riesgo de insolvencia en la banca, y con unos precios de los inmuebles fuera del alcance de la inmensa mayoría de la población. Si en aquellos años fue la disponibilidad sin límites de financiación uno de los acicates, ahora las autoridades de supervisión están vigilando muy de cerca a unas entidades que, por otra parte, exigen unos niveles de solvencia a los demandantes de crédito muy estrictos.
Los fuertes crecimientos actuales, que en algunas comunidades autónomas superan el 30% en junio (Madrid, Rioja, Navarra, Castilla-León, etc.) no tienen explicación si no se tratara de ventas en muchos casos financiadas por el ahorro acumulado durante los años de la crisis, en los que las familias han estado expectantes esperando tres cuestiones: un abaratamiento de los activos inmobiliarios, una estabilización de la economía y el crecimiento, y una revalorización de los activos financieros, que suponen la base del fortalecimiento del ahorro. Fenómenos como al auge del alquiler, de la mano de la demanda de la población más joven y de la actividad turística en las grandes ciudades, han agitado las ventas. Y aunque hoy no pueda hablarse ni de boom de precios ni de operaciones ni de crédito, conviene mantener la vigilancia del mercado, especialmente del financiero, para evitar los excesos de la primera década del siglo, que han condicionado negativamente la segunda.