La crisis financiera que España ha vivido en los últimos años y el estallido de la burbuja inmobiliaria que la precedió han dejado cambios profundos en la economía, cuyo alcance en algunos casos todavía es pronto para calibrar. Así ha ocurrido con el mercado hipotecario –golpeado duramente como consecuencia de la debacle inmobiliaria– y con el perfil de su cliente, que ha cambiado también respecto al de los años de bonanza. Los datos apuntan a que la contratación de préstamos hipotecarios ha caído de forma drástica en los últimos ocho años, pero lo ha hecho de forma especialmente acusada entre la población más joven. Si en 2011 , el porcentaje de familias con un cabeza de familia menor de 35 años que tenía algún tipo de deuda era del 80%, en 2014 se había reducido ya al 56%. Y si en aquel ejercicio casi un 70% de los hogares jóvenes disfrutaba de vivienda principal en propiedad, tres años después la cifra era de apenas un 50%.
La incógnita que se plantea a la vista de estos datos es si estamos frente a la consecuencia natural del cerrojazo vivido en los últimos años en el mercado del crédito y del fenómeno –sangrante e indiscutible– del alto paro y la precarización en el empleo juvenil, o si se trata de un cambio de cultura, en la línea de la que impera en otros países europeos. La radiografía del mercado laboral apunta poderosamenta hacia la primera explicación, aunque los expertos defienden que, junto a razones económicas, existe también un incipiente cambio de cultura en las nuevas generaciones respecto a la vivienda en propiedad. Aún así, es difícil sostener que en un país con una tasa de paro juvenil del 43%, los jóvenes hayan dejado de aspirar a una vivienda propia por razones de mayor peso que las que impone esa circunstancia.
En cualquier caso, los expertos cifran en un quinquenio el plazo necesario para confirmar si esta tendencia a la baja en el endeudamiento hipotecario para la compra de inmuebles se consolida. El reto está en que España sea capaz de crear en ese período suficiente empleo como para poder analizar si estamos ante un cambio de cultura o ante otra cicatriz de la crisis.
Fuente: http://www.cincodias.com/