El mercado inmobiliario ha dejado atrás una de las peores crisis que se recuerdan. Su recuperación no ha sido fácil pero, en la actualidad, nos encontramos con un escenario de transformación en el que los actores que han surgido ya están reclamando nuevas formas de hacer de cara a la evolución del sector en los próximos años. Un futuro en el que el reto fundamental pasa por dinamizar la demanda para lo que se requiere viviendas a precios asequibles para los ciudadanos —especialmente para los jóvenes— tanto en régimen de propiedad como en alquiler.
En el sector inmobiliario se ha debatido mucho sobre cómo lograr este abaratamiento del producto manteniendo unos estándares de calidad crecientes. En la actualidad, se está avanzando en nuevas técnicas de producción y fórmulas de contratación que replican prácticas de otros sectores y que permitirán reducir costes. Sin embargo, el recorrido de esta palanca de abaratamiento del producto no parece alto por el peso que continúa teniendo la mano de obra en la producción de vivienda y las dificultades inherentes del producto para ser estandarizado.
Una discusión interesante cuando hablamos de abaratar el producto es la reflexión sobre el margen. Frente a la versión simplista consistente en abaratar el precio si el que produce renuncia a parte de su beneficio, la realidad del negocio inmobiliario es que requiere altos márgenes comparados con otras industrias porque los riesgos de negocio para el productor de vivienda nueva o el propietario de vivienda en alquiler son altos o muy altos.
Frente a quienes valoren que “nada puede cambiar”, proponemos un ejercicio de optimismo y de responsabilidad en los actores que intervenimos en este mercado. El riesgo para el promotor o inversor en vivienda para alquiler está, al igual que en otros sectores, en el ciclo. Sin embargo, en el caso del sector inmobiliario se le suma la discrecionalidad del proceso urbanístico; la falta de eficiencia asociada a que muchos trámites no tienen tiempos de resolución definidos y la inestabilidad y falta de uniformidad geográfica del marco legislativo e impositivo que afecta al sector. Además, en el negocio de alquiler de vivienda, los propietarios —muchos de ellos particulares— sufren indefensión ante el impago y la ocupación, y también incertidumbre ante el debate creciente sobre nueva regulación en el mercado de alquiler.
Aminorar estos riesgos es cuestión de propósito y de visión de largo plazo porque repercutiría en una reducción de márgenes que abaratarían el producto y facilitaría el acceso a la vivienda en propiedad y alquiler a nuestros jóvenes. Esto, además de ser positivo para nuestra sociedad, es la manera en la que el sector inmobiliario debe dinamizarse: teniendo más clientes que acceden a un producto más asequible en precio.
Fuente: http://www.elpais.com/