Los diseñadores de Hong Kong se ahogan en alquileres astronómicos

El hongkonés Harrison Wong tiene 42 años. Trabajó quince años para diferentes marcas de diseño en diferentes países y ahora trata de crear la suya propia. Sobre todo ropa para hombre y mujer. Lo quiere hacer en su ciudad.
Está convencido: "Hong Kong es un buen lugar para crear marcas". Wong está en la misma situación que Otto Ng, uno de los cofundadores de LAAB, un estudio integrado por arquitectos, ingenieros e informáticos que desarrolla mobiliario de interior y exterior. Ambos proyectos comparten lo mejor: premios y el prestigio de sus creaciones. Pero también lo peor: insuficiencia económica para tener un espacio propio en la capital financiera china.
Los prohibitivos precios en la ciudad se han convertido en un obstáculo difícil de sortear para pequeños creadores locales representantes de la marca Hong Kong. Las marcas de lujo y las grandes cadenas de moda no solo se han situado en los mejores emplazamientos, sino que han aupado las rentas de alquiler a cotas para muchos inalcanzables. Y eso en una ciudad donde cada metro cuadrado construido es oro.
En la isla de Hong Kong, el precio medio costaba el año pasado en torno a los 195 euros por metro cuadrado (1.628 dólares de Hong Kong), el doble que en 2000, así que esas rentas han logrado anular los puntos favorables de la que es una de las economías globales más liberalizadas, con facilidades para constituir empresas y una baja presión fiscal (16,5%) para ellas.
"Tener un espacio propio es extremadamente caro", apunta Wong sin perder su sonrisa. "Tener una tienda aquí cuesta el doble de lo que pueda costar en Londres o Nueva York", remarca Ng. Pese a ser negocios diferentes, sus problemas --o los de su ciudad-- los han hecho vecinos. Comparten unos modestos habitáculos en el PMQ (Police Married Quarters), unas instalaciones que durante medio siglo fueron la residencia de policías locales recién casados.
En 2000 esas dependencias se cerraron. Su suelo se podría haber convertido en la base de otro de los modestos rascacielos residenciales que son símbolo de Hong Kong más allás de los que ocupan las grandes entidades corporaciones financieras. Sin embargo, el Gobierno prefirió invertir unos 12 millones de euros (100 millones de dólares de Hong Kong) para rehabilitar esas dependencias ubicadas en pleno Soho y cederlas a un consorcio formado por organizaciones sin ánimo de lucro centradas en impulsar el diseño entre jóvenes con talento. Desde abril de 2014 es una incubadora de talento. Creadores seleccionados por un jurado pueden ocupar durante un máximo de dos años un habitáculo. Sus espacios los pueden convertir en simples estudios o en comercios donde exhibir y vender sus creaciones, pero el complejo también permite el intercambio de experiencias entre sus ocupantes.
"PMQ es un banco de pruebas para ver cómo funciona un diseñador en el mercado; desde aquí les ayudamos a buscar clientes", explica William To, el director del centro. Las instalaciones han recibido cuatro millones de visitas desde su apertura. Más de cien diseñadores se han beneficiado de las modestas viviendas convertidas en modestas tiendas repartidas en diferentes pisos. Sin discusión sobre su poder financiero y logístico, Hong Kong trata desde hace años de hacerse fuerte en la industria creativa mientras en China se mantiene la polémica sobre su capacidad para saltarse las patentes.
CY Leung, el consejero delegado de la región administrativa especial de Hong Kong, lo decía el pasado miércoles: "El diseño es una de las industrias creativas que más rápido crecen en Hong Kong, habiendo doblado su valor añadido en la última década". La creatividad como negocio genera el 5,1% del PIB de la región y entidades públicas y privadas continúan inyectando importantes cantidades de dinero a diferentes disciplinas --cine, televisión, música, diseño o el entretenimiento-- a partir de diferentes plataformas: incubadoras para pequeñas empresas, el propio PQM o la Semana del Negocio del Diseño (Business of Design Week, BODW) que se celebró la semana pasada en la ciudad, y que en sus catorce ediciones se ha nutrido especialmente del ingenio europeo. El objetivo es que la ciudad se convierta en el hub creativo de Asia.
La clave, no obstante, es saber si Hong Kong puede conseguir lo que su gobierno pretende. Durante la BODW, la profesora de la Central Saint Martins UAL, Jane Rapley, hizo una extensa descripción de lo que es necesario para crear un hub creativo: desde la identidad local a la capacidad para atraer gente; las infraestructuras del transporte y las marcas existentes. "¿Está Hong Kong preparada para ser un hubde la creatividad?". Atendiendo a Rapley, la respuesta sigue en el aire. Ella no respondió.

Fuente: http://www.elpais.com/
 
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