Hace dos años Natalia de Molina (Linares, 1989) entró a la grande en el cine con Vivir es fácil con los ojos cerrados, que le reportó el Goya a mejor actriz revelación. Dos años más tarde, y varios trabajos después, llega su graduación, su llamada a la puerta de los mayores, y su posible candidatura a mejor actriz –ya es finalista en la misma categoría de los premios Forqué- con Techo y comida, una de esas pequeñas películas que de repente, sin que nadie sepan mucho de ella, explosionan, como le ocurrió a este drama de Juan Miguel del Castillo en el último festival de cine de Málaga. Allí De Molina estaba presente en tres películas, en dos de ellas además con personajes de peso: alborotada, loca y gamberra en Cómo sobrevivir a una despedida, y hundida, digna y madre soltera en Techo y comida,estrenada comercialmente el pasado viernes. Dos trabajos tan opuestos que parecían distintas actrices, pero que a la vez mostraba su versatilidad. El público malagueño dio su premio a Techo y comida, y la actriz se llevó el galardón del jurado por su personaje.
En Techo y comida Natalia de Molina encarna a Rocío, una madre soltera, que lucha por salir adelante con su hijo de ocho años en medio de una crisis galopante, que disfraza los éxitos de la selección española de fútbol. Todo el mundo porta la máscara de la felicidad; Rocío en cambio lucha porque no la desahucien de su casa y en encontrar comida para su crío. “Yo fui muy consciente de la responsabilidad que acarreaba. Rocío es un personaje muy bonito, llevo de matices, y a su vez complejo. Es una historia que a prioripodría sonarme alejada, aunque mi madre también es soltera, así que el resto lo he basado en investigaciones en Internet y en mis visitas a un comedor social. Tengo hermanas mayores abogadas, y ellas me aportaron mucha información de bancos y de afectados por hipotecas salvajes”. Curiosamente, de las cuatro De Medina, las dos mayores son letradas, y las dos pequeñas (Celia y Natalia), actrices.
A De Molina le sorprende, tras acabar Techo y comida, dos hechos chocantes: “Con todo lo que está ocurriendo en la sociedad, ¿por qué no hay más ruido? ¿Cómo pueden dormir por la noche algunos de los responsables –políticos, banqueros- de los desahucios? Y a la vez, ¿cómo hay tan pocas películas sobre el tema? Porque lleva ocurriendo desde hace años… Puede que haya miedo a producir dramas así, puede que los productores crean que como la gente lo está pasando tan mal prefiere cine de evasión. Se está perdiendo una oportunidad de dejar constancia de nuestra historia”. Como subraya la actriz, “no hace falta mirar a otro país, sino observar la calle”.
Techo y comida se ha rodado en parte gracias al crowdfunding. “El principal interés era ser igual de crudo que lo que ocurría y levantar testimonio de lo que pasa”. A toda esa gente va dedicada la película. “En el fondo estamos dando voz a mucha gente que no tiene voz, recordando al público que están ahí, a su lado. Que España está atravesando malos momentos por culpa de unos pocos”.
Rocío es ante todo dignidad y orgullo. “Su mayor miedo es que la gente conozca su debacle. Pide ayuda a los desconocidos, esconde lo que ocurre a su entorno. Está sola, lo asume. Y no se puede traicionar a alguien así”. Y así hasta su final, crudo. “Sé que Juan escribió varias conclusiones, y escogió este con todo acierto”. Ante todo es madre, “y ese motor, lo único que hace que el corazón bombee, la empuja”.
Es extraño ver en dos años a una actriz pasar en la pantalla de ser adolescente a madre soltera, como ha logrado De Molina. “He tenido mucha suerte, porque estos cambios son los que me atraen como actriz. A todos los personajes los llevo dentro, y en todos los proyectos he aprendido. Sin embargo, dentro, dentro van esta Rocío, con la que me tirado a la piscina, por la que me dejado la piel y hasta he cambiado mí físico y la voz, y Belén, de Vivir es fácil… porque me cambió la vida”. Y de aquí, de nuevo, a los Goya.