Todo apunta a que 2016 será un año de grandes transacciones empresariales. De hecho, los acuerdos corporativos a escala mundial aumentaron un 32% con respecto a 2014 y en 2015, por primera vez desde el año 2000, este tipo de transacciones han alcanzado un valor superior al billón de dólares. En Europa, Oriente Medio y África, según datos de la firma de servicios profesionales JLL, las fusiones y adquisiciones han movido 350.000 millones de dólares (320.168 millones de euros) en el primer semestre de este año, un 10% más que en el mismo periodo del pasado ejercicio. Por tanto, las compañías, sobre todo en los sectores de energía, salud, telecomunicaciones e industria manufacturera, vuelven a adentrarse en el mercado de los grandes acuerdos de integración para asegurarse una ventaja competitiva.
En este contexto, advierten los expertos de la citada consultora, especializada en gestión de inversiones en el ámbito inmobiliario, sobre la necesidad de aplicar un tratamiento adecuado de los bienes inmuebles, una de las claves para el éxito de la misma.
En un proceso de integración de compañías, además de realizar auditorías de los temas financieros, legales, operativos o de recursos humanos, también se estudian las carteras inmobiliarias.
El parque inmobiliario integrado y gestionado de forma óptima puede ser decisivo a la hora de maximizar el valor en el marco de fusión o adquisición, tanto en la fase previa al anuncio como en la de integración. Y aseguran que cuando los inmuebles se utilizan de forma óptima, pueden crear valor para las empresas y facilitar la continuidad del negocio y el éxito de la integración. Una incorporación de los activos inmobiliarios en las primeras fases del proceso puede ayudar a las empresas a allanar el camino y acelerar la adopción de la nueva identidad y cultura corporativa.
Una cartera inmobiliaria es una poderosa herramienta para que una organización tenga su propia personalidad y de esta manera retener el talento, a la vez que permite a los directivos responder a algunas cuestiones de integración de las compañías, así como hacer que la empresa adquirida mantenga su identidad específica o si, por el contrario, se integrará en su totalidad. Asimismo, la retención del talento suele ser un factor importante en la fase de integración de un proceso de fusión y adquisición. La ubicación y el lugar de trabajo tienen, afirma el análisis de la consultora, un enorme impacto psicológico en el estado de ánimo de los trabajadores. Y, por su parte, el diseño del lugar de trabajo también puede enviar sólidos mensajes a la plantilla.
El puesto físico del profesional puede convertirse en un poderoso instrumento de integración para la nueva organización. A través de la disposición de los espacios de trabajo y de la ubicación de los equipos y de los distintos departamentos, el entorno laboral pasa a ser un escenario en el que la dirección de la empresa transmite sus valores y convicciones. De esta manera, las oficinas permiten a los empleados ver y comprobar cómo va discurrir la nueva identidad de la compañía. De hecho, cada vez más empresas le prestan atención al diseño de la sede corporativa, a cómo está diseñada, a su ubicación y a su organización. Es uno de los principales elementos motivadores.