Los efectos de la crisis económica y de la austeridad sobre la salud de la población, especialmente la más vulnerable, es uno de los temas pendientes en el mundo académico. El proyecto europeo Sophie es la iniciativa más ambiciosa hecha hasta el momento en este campo. En él ha participado Cáritas para intentar dar respuestas a cómo el problema del acceso a la vivienda incide en el estado de la salud. Entre los niños que han sido atendidos de manera directa por la entidad, la mala salud mental pasó del 53% al 20% en dos años.
El estudio titulado Cambios en la vivienda y salud en la población vulnerablefue realizado por Cáritas y la Agencia de Salud Pública de Barcelona entre 2012 y 2014. En él se entrevistaron a 320 familias y, dos años después, se le hizo seguimiento a 232. La idea era ver como los cambios en sus condiciones económicas y de vivienda afectaron su salud.
Las familias venían de dos grupos. Uno eran los que llegaban a la entidad a través de los Equipos de Atención Directa (EAD) debido a sus necesidades de realojo ya que vivían, por ejemplo, en habitaciones en pisos compartidos. Estas El otro correspondía a los usuarios del Servicio de Mediación de la Vivienda (SMV), que atiende a los que no podían hacer frente a su hipoteca o alquiler.
“El solo miedo a poder perder el hogar por la falta de recursos o por el vencimiento de un contrato sin posibilidades de renovación ya genera problemas de ansiedad o se somatiza con dolores”, asegura Mercè Darnell, Responsable de programas y servicios de Cáritas. Los autores reconocen que dos años es un periodo de tiempo muy corto para medir los efectos que tiene una mejora en la situación habitacional en la salud, pero consideran que los resultados son significativos.
Menos ansiedad
Entre el tiempo recurrido entre las dos entrevistas algunas personas fueron realojadas en pisos tutelados o viviendas sociales de otros tipos. “Las personas que han mejorado la situación de asequibiliad de la vivienda, es decir en los que la relación costo-ingresos ha bajado del 50%, han experimentado con más frecuencia mejoras en la salud que las que no”, concluye el estudio.
La presencia de mucha ansiedad y depresión, por ejemplo, ha pasado del 26% al 10% en el grupo atendido por los Equipos de Atención Directa. En el caso de los asesorados por el SMV, ha caído 23 puntos hasta ubicarse en el 19,8%. Pero uno de los indicadores más importantes, resalta Darnell, es el de la mejora en la salud mental de los menores. Mientras que el 53% de los niños de familias que llegaron a través del EAD reportaban tener mala salud mental, dos años después solo lo hacía el 20%. El decremento también se experimentó en el otro grupo, donde pasó del 34% al 13%.
El punto de partida, aclara Darnell, era de por sí crítico. Un estudio del Observatorio Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC), también en el marco de Sophie, ponía de relieve la diferencia de la percepción de mala salud entre el promedio que muestra la Encuesta de Salud de Cataluña (57.4% en las mujeres) contra el de las atendidas por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, PAH (18,8%).
“Una mejora en la situación económica y en el acceso a viviendas adecuadas deriva en mejoras de la salud”, concluye Darnell. Pero añade que la asequibilidad es un pilar fundamental. “Una familia no puede estar pensando si paga su casa o la comida”, dice. E insiste en la idea repetida hasta el cansancio por las entidades sociales: la necesidad de una renta que asegure los mínimos vitales.
Fuente: http://www.elpais.com/