España es, pese a la crisis, país de propietarios. Algunos, los que pueden, no se conforman con una vivienda, quieren dos. Así, los datos del Banco de España indican que algo más de una cuarta parte de las familias españolas poseen una segunda residencia.
Casi siempre es para ir de vacaciones o descansar, una fuente de alegría y relax. Pero esa segunda casa –en el mar, el pueblo o la montaña– también puede dar problemas, ya sea en el momento de comprar o posteriormente, en su mantenimiento. Consumer repasa el proceso y apunta algunos consejos para no salir trasquilado.
Es atarse a un lugar concreto
Antes de comprar una vivienda de vacaciones en la sierra o la playa, se debe estar convencido de que ese enclave gusta mucho y de que se quiere pasar en ese lugar la mayor parte del tiempo libre. Hay que tener muy presente que no es igual estar en un sitio una semana durante el verano, que repetir cada fin de semana, puente o veraneo en el mismo emplazamiento.
El estado de la vivienda
Si es una casa de obra nueva, hay que cerciorarse de que todo es legal, asegurarse de que los materiales son los que se indican en la memoria... Si es una de segunda mano, se tiene que comprobar el estado del sistema eléctrico, de las tuberías, humedades, suelos, cocina, etc. Aunque no se pasen más que unos meses al año, se trata de estar tan a gusto como lo estaríamos en nuestra “primera” residencia.
Hacer números y ajustar el precio
No se debe comprar en temporada alta, pues los precios suben antes y durante el verano. Se tiene que calcular si el coste de la vivienda se adapta a las posibilidades económicas de la persona. Hay que multiplicar por cuatro los ingresos brutos anuales. Ningún particular ni ninguna familia debería destinar los ingresos de más de cuatro años a pagar una vivienda. También se debe contar con los impuestos, el seguro del hogar...
Una zona bien situada y conocida
Conviene escoger una zona que guste pero a la que se pueda llegar con facilidad, sin tener que pasar horas en un atasco, que no esté demasiado aislada y, si es posible, con servicios no muy lejanos. Mejor incluso si durante los meses de temporada baja tiene vecinos: más seguridad.
Gastos de mantenimiento
El precio de la casa de la playa o el chalé de la montaña no solo es la hipoteca. Hay que pagar cada mes el recibo de la comunidad, los suministros, los gastos de piscina o conservación del jardín, el IBI, otros impuestos... Desde este año el hecho de tener una vivienda distinta de la habitual implica, a efectos fiscales, sufrir una imputación de renta en el IRPF.
Sacarle rendimiento
Si se compra con la idea de no atarse al lugar, sino de usar la vivienda unos días o semanas y alquilarla el resto del verano o del año, se debe prestar mucha atención a los servicios que tiene alrededor, para que resulte cómoda a los potenciales inquilinos.