El clima empresarial que se respira en el sector inmobiliario es el más optimista de los últimos años. Un reciente estudio de la consultora inmobiliaria CBRE sitúa Madrid como la sexta ciudad del mundo más apetecible para los inversores internacionales, solo superada por Londres, Tokio, San Francisco, Sídney y Nueva York. Según los datos que maneja esta firma, el sector atrajo en España en 2014 más de 10.200 millones de euros, una cifra que no se alcanzaba desde 2007.
Las perspectivas para este curso son igualmente positivas. “Llevamos dos años oyendo que iba a haber mejoría en el mercado inmobiliario. Este año por fin ya está siendo un hecho”, subraya Javier López, socio responsable de real estate de KPMG en España. Según una encuesta de esta misma firma sobre 200 directivos del sector inmobiliario español, el 80% de los ejecutivos opina que la recuperación del sector en términos de demanda y de normalización de la financiación se producirá antes de finalizar 2016.
Más allá de opiniones, también hay datos que respaldan la incipiente mejoría de esta industria. La consultora Savills ha dado a conocer esta semana un informe en el que eleva a 1.346 millones de euros el volumen de las grandes operaciones inmobiliarias cerradas en el primer trimestre del año, cinco veces más que en el mismo periodo que en 2014.
Este nuevo escenario de confianza ha permitido que durante los últimos meses se hayan desempolvado (o incluso renovado) algunos de los grandes planes urbanísticos que rondan los despachos de los ayuntamientos más importantes del país. Por supuesto, falta por ver cómo influirán en el desarrollo de estos proyectos las nuevas mayorías en los consistorios de las ciudades más pobladas de España, dado que todo apunta a que en las principales urbes cambiará el signo político de los ediles.
La operación Chamartín, que dará forma al futuro Distrito Castellana Norte de Madrid, es uno de ellos. Este proyecto pretende desarrollar 3,1 millones de metros cuadrados de la capital, entre la estación de Chamartín y la M-40. El plan, controlado por el BBVA (más del 70%) y por la constructora San José, conllevará una inversión de unos 6.000 millones de euros y supondrá la edificación de rascacielos, viviendas, zonas verdes y equipamientos públicos sobre el espacio que actualmente ocupan las vías ferroviarias, que quedarían soterradas.
No es el único gran proyecto que afecta a la capital. El desarrollo urbanístico de los terrenos que actualmente albergan el estadio Vicente Calderón y el plan de Plaza España, que contempla la regeneración de la zona que rodea el edificio España (que pasará a ser un complejo hotelero de lujo), son dos de los más importantes.
En Barcelona, el plan de la Sagrera es el mayor y más ambicioso. La idea es regenerar 164 hectáreas de terrenos actualmente ocupados por vías ferroviarias, levantando en su lugar viviendas, zonas comerciales y equipamientos públicos, a la vez que construir una nueva estación de tren de alta velocidad. Este último desarrollo cuenta desde 2013 con el consenso de las tres Administraciones implicadas (Fomento, Generalitat y ayuntamiento): costará unos 650 millones de euros, aunque las obras han estado prácticamente paradas durante el último año. La Ciudad Condal tiene más intervenciones previstas que podrían recobrar renovado impulso, como la rehabilitación del eje Diagonal-Besòs o el plan de transformación de la Vía Augusta, en el barrio de Sarrià.
Valencia también tiene importantes obras en el tintero. La mayor de ellas es el proyecto del Parque Central, un enorme jardín de más de 110.000 metros cuadrados, junto a los barrios de Russafa y Malilla. Una vez más, parte del plan implica el soterramiento de vías ferroviarias. Hasta el momento solo se ha licitado la primera fase del proyecto, presentado en 2003, por un valor de 22 millones de euros. Las obras comenzaron 20 días antes de las últimas elecciones.
Fuente: http://www.cincodias.com/