Han pasado ya más de cinco años desde que el «pinchazo» del sector de la construcción en nuestro país pasó de ser una hipótesis probable, el desenlace inevitable del desmesurado crecimiento de la construcción (residencial, sobre todo), a una realidad tangible. La crisis ha echado por tierra todas las previsiones y las necesidades de consolidación fiscal han obligado al Gobierno a apretarse el cinturón. Desde el año 2010 la partida destinada a las infraestructuras públicas ha caído de manera rápida y contundente: si hace tres años representaba un 4,5% del Producto Interior Bruto (PIB) hoy apenas supone un 1,4%. Es decir, España ha aprobado una reducción en un periodo relativamente breve que equivale a la que países como Alemania realizaron a lo largo de más de 40 años.
Sin embargo, a diferencia de otros sectores golpeados por el desmoronamiento del sector de la construcción, en los que la crisis ha abierto una profunda brecha (como la industria cementera), las grandes constructoras españolas -ACS, Acciona, FCC, Ferrovial, Sacyr y OHL- se mantienen entre las primeras compañías internacionales, gracias al peso de sus carteras de obras en el extranjero, una situación que no tiene visos de variar, al menos a corto plazo. «Los actuales agentes globales seguirán estando en la cúspide de los grandes proyectos», explica Fernando Vizoso, director senior del sector de infraestructuras de KPMG.
Aproximadamente, el 83% de la cartera de proyectos en los que trabajan estas compañías está conformada por contratos en el extranjero, lo que supone 74.063,9 millones de euros a cierre del primer semestre de 2013, según la patronal de los mayores grupos de construcción españoles (Seopan). Por tanto, cualquier atisbo de recuperación internacional en el sector contribuiría a que estas empresas se mantuvieran en la parte alta de la tabla, una tendencia a la que apunta el informe global de la construcción que elabora KPMG.
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