El paisaje de la vega del Tajuña durante el invierno se antoja agreste, solitario, marrón. Los campos de cultivo contrastan suavemente con los olmos, sauces y álamos que pincelan los caminos, creando una panorámica casi manchega. En medio de esta difuminada estampa sorprenden Elena y Carlos, quienes, en un paraje inigualable, se afanan por solar la que será su casa de fin de semana y vacaciones, la cual construyen con sus propias manos.
De mediana edad y afincados en Madrid, buscaban un lugar cercano a la urbe donde convivir con la naturaleza del modo más sostenible posible y, de paso, plantar un huerto del que abastecerse. Guiados por este deseo, y quizás también por la ilusión de ser los creadores de su propio espacio, el pasado verano decidieron comprar un pequeño terreno y levantar una singular vivienda compuesta en su esencia por materiales alternativos: contenedores de barco y pacas de paja y adobe. Un experimento en toda regla que planta cara al clásico edificio de ladrillo y hormigón y que construyen documentándose principalmente en Internet porque, reconocen, "nunca hemos visto una casa como la nuestra". Y no es de extrañar: la apariencia exterior de la misma es, cuanto menos, sorprendente, y la interior, presidida por un mural al estilo Pollock pintado por las hijas de la pareja, descubre una mezcla de materiales tan variopinta como acogedora.
Ninguno de los dos es experto en construcciones, pero ambos saben bien que los recursos de la naturaleza no son en modo alguno ilimitados y que el actual ritmo de explotación está pidiendo a gritos una alternativa que colabore con la preservación del medio ambiente. Si bien es cierto que un contenedor de mercancías no es precisamente un material de bajo impacto ambiental, el mero hecho de reutilizarlo para darle un uso alternativo que evite la generación de nuevos residuos comienza ya a acercarse a las expectativas ecológicas. Este es, entre otros muchos, uno de los principios básicos de la bioconstrucción, que eminentemente se caracteriza por minimizar el impacto ambiental que genera sobre su entorno y por realizarse con procesos de producción y materiales sostenibles, naturales o reutilizados, siempre respetuosos con la biodiversidad y cumpliendo, además, con el principio de responsabilidad ética con las generaciones futuras.
La bioconstrucción, un término, por cierto, poco aplicado en España y en el que todo el continente americano nos lleva ya cierta ventaja, ha dado a luz arquitecturas ingeniosas que recuperan principios y materiales ya utilizados hace siglos: la paja, la tierra, el bambú o la piedra son algunos ejemplos de materiales presentes en muchas de ellas. Actualmente no existen datos oficiales sobre bioconstrucciones en España, pero el colectivo de personas concienciadas de la necesidad de aplicar un sistema constructivo alternativo al actual va ampliándose poco a poco.
De esta conciencia creciente han ido surgiendo diferentes organizaciones o pequeñas empresas que tratan de enseñar técnicas bioconstructivas, impartidas, generalmente, en pequeños cursos de una o dos semanas. Esta formación es recibida con agrado por los alumnos, lo que en ocasiones desemboca en que muchos se lancen a crear sus propios proyectos. De hecho, esta es otra característica de la bioconstrucción: quien opta por ella suele autoconstruir con más o menos ayuda su propio espacio. Flora Ritman, alumna de un curso de construcción con superadobe, impartido por la asociación Tienes Tierra Tienes Casa en España, se ha animado a levantar ella misma su propia casa, a la cual se dedica «por temporadas, cuando viajo desde España a Argentina, donde estoy construyéndola según las técnicas que me enseñaron», cuenta orgullosa a 'el mensual'.
La formación impartida por las diferentes organizaciones que promueven la bioconstrucción es muy útil, pero quizás sea insuficiente. Pilar Díez Rodríguez, presidenta del Colegio Oficial de Arquitectos de León en la delegación de Palencia y arquitecta especialista en Restauración y Bioconstrucción, señala que "falta formación de técnicos, de especialistas. Faltan profesionales que se dediquen a este tipo de construcciones –que al igual que todas los demás, deben cumplir con el código técnico de la edificación– que sean capaces de hacer muros de adobe, de tapial, de tierra o de paja, en vez de usar el cemento". La profesionalización del sector es necesaria, pero aún casi inexistente. Para Francisco Javier Méndez, director del Gabinete Técnico del Colegio de Aparejadores de Madrid, "la formación de artesanos y constructores locales es una parte fundamental del proceso. Pero además de aprender las técnicas, también hay que practicarlas reiteradamente, y para ello se precisan políticas de actuación que den un primer impulso".
En lo que a la autoconstrucción se refiere, Pilar Díez opina que "no es tan sencilla; antes de levantar un edificio de bioconstrucción es necesario estudiar los materiales, el clima y la orientación, y todo esto no se puede aprender en un curso rápido". Ella misma ha diseñado recientemente el restaurante Las Cúpulas, en San Cebrián de Campos (Palencia), que el pasado mes de diciembre recibió el premio Empresa Innovadora de Reciente Creación que entrega la Diputación palentina por ser el primero de España en fabricarse en superadobe.
Precisamente, la técnica del superadobe –que consiste básicamente en llenar sacos continuos de tierra estabilizada con cal– es consecuente con la tradición arquitectónica de la zona, Tierra de Campos. En eso también consiste, en parte, la bioconstrucción: recuperar materiales y técnicas utilizadas antiguamente y que, aunque un poco adulteradas, pueden generar construcciones con todo tipo de comodidades.
Superadobe como evolución
Las asociaciones Tienes Tierra Tienes Casa, Domoterra o el Instituto Cal Earth imparten en España desde hace apenas unos años cursos sobre edificación con superadobe, técnica ya empleada en cooperación y desarrollo para dar una respuesta rápida a necesidades humanitarias mediante la construcción de pequeños edificios que resistan las peores condiciones climáticas. La idea de crear muros con sacos de tierra es bastante antigua –los militares en tiempos de guerra levantaban trincheras o búnkeres–, pero fue el arquitecto iraní Nader Khalili en los años setenta quien perfeccionó esta técnica que basa su arquitectura en la geometría del arco.
Isleni Cruz, periodista y profesora universitaria de Comunicación –profesión que la convenció de abrirnos las puertas de su casa, "por solidaridad con mi propio gremio"—, decidió dejar el centro de Madrid para trasladarse a una pequeña finca ubicada al sureste de la Comunidad. Cansada de verse rodeada por una atmósfera contaminada por humo, luz y ruido de una ciudad que nunca duerme, y con el pesar de estar contribuyendo con un agresivo sistema que cercena nuestro medio ambiente, buscó y buscó hasta hacerse con un pequeño terreno desde el que poder ver las estrellas cada noche. Encargó la construcción de una casa fabricada con superadobe que cuenta con todas las comodidades de una vivienda convencional. "Valoré la posibilidad de hacerla con paja o madera ecológica, pero finalmente me decidí por esta técnica", explica.
La construcción, reconoce, fue dura, y en algunas ocasiones tuvo que emplear técnicas menos sostenibles de lo que le hubiera gustado. No obstante, afirma que su casa se acerca mucho a los requisitos ecológicos imprescindibles: es bioclimática –porque aprovecha los recursos naturales disponibles, eminentemente el agua y la luz solar–, apenas contamina y está hecha en su mayoría con materiales naturales –toda la tierra del edificio se sacó de su propio terreno y el agujero resultante dará cabida a una piscina natural–.
Desde entonces (y tal vez ya desde antes) Isleni entiende la ecología "como una forma de vida". No solo vive en una casa ecológica, también evita el uso de aerosoles y detergentes contaminantes, recicla minuciosamente cada residuo, compra productos locales e intenta evitar el consumo "por principios" de latas, plásticos y bebidas producidas por multinacionales. Pero lo más importante, cuenta, es que "al no ver la televisión ni vivir rodeada de tiendas, apenas consumo cosas; mi modelo mental no es un modelo de consumo"; y eso que, lejos de vivir como una ermitaña, viaja cada día a la capital para impartir docencia a jóvenes estudiantes.
El principal cometido de las bioconstrucciones no es obtener una vivienda a un bajo coste, pero el factor económico es un punto importante a tener en cuenta. Reutilizar materiales o aprovechar las materias primas del entorno también puede ser barato.
35 m2 por apenas 6.000 euros
La casa de Elena y Carlos tiene unos 35 metros cuadrados y de momento no ha llegado a costar 6.000 euros, y ello sumando los 7 a/m2 que han pagado por el terreno, lo que supone un coste de unos 178 a/m2 construido, cifra que no se acerca, ni por asomo, al precio de metro cuadrado de vivienda más barato en un municipio de más de 25.000 habitantes, que se cifra en 743,8 a y se encuentra en Novelda (Alicante), según los últimos datos del Ministerio de Fomento.
La casa de superadobe de Isleni, de 90 m2 construidos, costó unos 70.000 euros porque tuvo que pagar la mano de obra, pero reconoce que por solo la mitad podría haberla autoconstruido. Además, toda la luz eléctrica procede de una potente instalación de placas solares que la autoabastece con creces, en la que invirtió 12.000 euros que está segura rentabilizará "en solo unos años".
"Las empresas de construcción prefieren seguir haciendo lo de siempre a formarse en otras técnicas, cuando creo que ahora es el momento de apostar", asegura la arquitecta Pilar Díez. Y es que en la innovación y el desarrollo sostenible es donde se pueden encontrar buenas oportunidades de negocio en un sector tan sacudido por la crisis como es la construcción.
Las bioconstrucciones están dando a luz curiosos proyectos empresariales, entre los que se cuentan pequeñas empresas que construyen viviendas por encargo, bien sean de paja, tierra o piedra, entre otros materiales, así como pequeñas organizaciones que imparten cursos de especialización a bajos precios.
La Asociación de Proyectos de Desarrollo Sostenible en el Entorno Rural planea abrir el próximo verano en Navalmoral de la Sierra (Ávila) el que será el primer alojamiento rural de España formado por pequeñas casas de superadobe. A la filosofía de la construcción sostenible también añadirán una explotación de negocio igualmente sostenible, ya que "a idea es que la gente pueda alojarse y disfrutar del entorno por un precio simbólico", cuenta Fernando Garrido, socio de este proyecto que acogerá, además, un pequeño complejo de ocio con instalaciones deportivas y una variada oferta de actividades lúdicas, siempre con el respeto a la naturaleza como telón de fondo.
En Ordes (A Coruña) se inauguró en 2009 el primer establecimiento hotelero fabricado con pacas de paja. Por su parte, Bioklima Nature se presenta como una de las pocas empresas del país especializadas en la producción de materiales naturales de construcción (la lana de oveja o el cáñamo como material aislante, por ejemplo, o las pinturas naturales).
Protejer la salud y reducir residuos
Premisa básica de la bioconstrucción es que sus técnicas y materiales reviertan en edificios biocompatibles que protejan la salud, eviten el síndrome del edificio enfermo y los materiales tóxicos que lo producen. Por ende, numerosas materias primas presentes en determinadas zonas pueden ser idóneas para la construcción de viviendas, a pesar del rechazo social generalizado que existe a vivir en una casa de paja o tierra, que se debe principalmente a que se asocian a una clase social pobre.
A las casas fabricadas con adobe, superadobe o contenedores de barco se suman las fabricadas enteramente con pacas de paja (en España hay al menos medio centenar), que son baratas, saludables, resistentes y cuyo aspecto exterior impide adivinar el material con el que están fabricadas.
El bambú se emplea mucho, aunque no en nuestro país. Absorbe fácilmente el CO2 del entorno, es resistente, fácil de manipular y se regenera con cierta facilidad, aunque hay que tratarlo para que resista la humedad. Su uso se limita a Asia y algunas zonas de África y Centroamérica. Las casas construidas con neumáticos son otro ejemplo a tener en cuenta; como los contenedores, la materia prima tampoco es natural, pero su reutilización evita la generación de nuevos residuos.
También las hay de palés de madera o, para rizar el rizo, de botellas de plástico; una opción que puede sonar un tanto extraña, pero que con solo echar un rápido vistazo a Google Imágenes puede alzarse como una opción realmente digna, como dignas son casi todas las propuestas de bioconstrucción, porque la naturaleza ofrece posibilidades infinitas de aprovechamiento energético y reutilización de materiales. Solo hay que querer utilizarlos
Fuente: http://www.20minutos.es/
De mediana edad y afincados en Madrid, buscaban un lugar cercano a la urbe donde convivir con la naturaleza del modo más sostenible posible y, de paso, plantar un huerto del que abastecerse. Guiados por este deseo, y quizás también por la ilusión de ser los creadores de su propio espacio, el pasado verano decidieron comprar un pequeño terreno y levantar una singular vivienda compuesta en su esencia por materiales alternativos: contenedores de barco y pacas de paja y adobe. Un experimento en toda regla que planta cara al clásico edificio de ladrillo y hormigón y que construyen documentándose principalmente en Internet porque, reconocen, "nunca hemos visto una casa como la nuestra". Y no es de extrañar: la apariencia exterior de la misma es, cuanto menos, sorprendente, y la interior, presidida por un mural al estilo Pollock pintado por las hijas de la pareja, descubre una mezcla de materiales tan variopinta como acogedora.
Ninguno de los dos es experto en construcciones, pero ambos saben bien que los recursos de la naturaleza no son en modo alguno ilimitados y que el actual ritmo de explotación está pidiendo a gritos una alternativa que colabore con la preservación del medio ambiente. Si bien es cierto que un contenedor de mercancías no es precisamente un material de bajo impacto ambiental, el mero hecho de reutilizarlo para darle un uso alternativo que evite la generación de nuevos residuos comienza ya a acercarse a las expectativas ecológicas. Este es, entre otros muchos, uno de los principios básicos de la bioconstrucción, que eminentemente se caracteriza por minimizar el impacto ambiental que genera sobre su entorno y por realizarse con procesos de producción y materiales sostenibles, naturales o reutilizados, siempre respetuosos con la biodiversidad y cumpliendo, además, con el principio de responsabilidad ética con las generaciones futuras.
La bioconstrucción, un término, por cierto, poco aplicado en España y en el que todo el continente americano nos lleva ya cierta ventaja, ha dado a luz arquitecturas ingeniosas que recuperan principios y materiales ya utilizados hace siglos: la paja, la tierra, el bambú o la piedra son algunos ejemplos de materiales presentes en muchas de ellas. Actualmente no existen datos oficiales sobre bioconstrucciones en España, pero el colectivo de personas concienciadas de la necesidad de aplicar un sistema constructivo alternativo al actual va ampliándose poco a poco.
De esta conciencia creciente han ido surgiendo diferentes organizaciones o pequeñas empresas que tratan de enseñar técnicas bioconstructivas, impartidas, generalmente, en pequeños cursos de una o dos semanas. Esta formación es recibida con agrado por los alumnos, lo que en ocasiones desemboca en que muchos se lancen a crear sus propios proyectos. De hecho, esta es otra característica de la bioconstrucción: quien opta por ella suele autoconstruir con más o menos ayuda su propio espacio. Flora Ritman, alumna de un curso de construcción con superadobe, impartido por la asociación Tienes Tierra Tienes Casa en España, se ha animado a levantar ella misma su propia casa, a la cual se dedica «por temporadas, cuando viajo desde España a Argentina, donde estoy construyéndola según las técnicas que me enseñaron», cuenta orgullosa a 'el mensual'.
La formación impartida por las diferentes organizaciones que promueven la bioconstrucción es muy útil, pero quizás sea insuficiente. Pilar Díez Rodríguez, presidenta del Colegio Oficial de Arquitectos de León en la delegación de Palencia y arquitecta especialista en Restauración y Bioconstrucción, señala que "falta formación de técnicos, de especialistas. Faltan profesionales que se dediquen a este tipo de construcciones –que al igual que todas los demás, deben cumplir con el código técnico de la edificación– que sean capaces de hacer muros de adobe, de tapial, de tierra o de paja, en vez de usar el cemento". La profesionalización del sector es necesaria, pero aún casi inexistente. Para Francisco Javier Méndez, director del Gabinete Técnico del Colegio de Aparejadores de Madrid, "la formación de artesanos y constructores locales es una parte fundamental del proceso. Pero además de aprender las técnicas, también hay que practicarlas reiteradamente, y para ello se precisan políticas de actuación que den un primer impulso".
En lo que a la autoconstrucción se refiere, Pilar Díez opina que "no es tan sencilla; antes de levantar un edificio de bioconstrucción es necesario estudiar los materiales, el clima y la orientación, y todo esto no se puede aprender en un curso rápido". Ella misma ha diseñado recientemente el restaurante Las Cúpulas, en San Cebrián de Campos (Palencia), que el pasado mes de diciembre recibió el premio Empresa Innovadora de Reciente Creación que entrega la Diputación palentina por ser el primero de España en fabricarse en superadobe.
Precisamente, la técnica del superadobe –que consiste básicamente en llenar sacos continuos de tierra estabilizada con cal– es consecuente con la tradición arquitectónica de la zona, Tierra de Campos. En eso también consiste, en parte, la bioconstrucción: recuperar materiales y técnicas utilizadas antiguamente y que, aunque un poco adulteradas, pueden generar construcciones con todo tipo de comodidades.
Superadobe como evolución
Las asociaciones Tienes Tierra Tienes Casa, Domoterra o el Instituto Cal Earth imparten en España desde hace apenas unos años cursos sobre edificación con superadobe, técnica ya empleada en cooperación y desarrollo para dar una respuesta rápida a necesidades humanitarias mediante la construcción de pequeños edificios que resistan las peores condiciones climáticas. La idea de crear muros con sacos de tierra es bastante antigua –los militares en tiempos de guerra levantaban trincheras o búnkeres–, pero fue el arquitecto iraní Nader Khalili en los años setenta quien perfeccionó esta técnica que basa su arquitectura en la geometría del arco.
Isleni Cruz, periodista y profesora universitaria de Comunicación –profesión que la convenció de abrirnos las puertas de su casa, "por solidaridad con mi propio gremio"—, decidió dejar el centro de Madrid para trasladarse a una pequeña finca ubicada al sureste de la Comunidad. Cansada de verse rodeada por una atmósfera contaminada por humo, luz y ruido de una ciudad que nunca duerme, y con el pesar de estar contribuyendo con un agresivo sistema que cercena nuestro medio ambiente, buscó y buscó hasta hacerse con un pequeño terreno desde el que poder ver las estrellas cada noche. Encargó la construcción de una casa fabricada con superadobe que cuenta con todas las comodidades de una vivienda convencional. "Valoré la posibilidad de hacerla con paja o madera ecológica, pero finalmente me decidí por esta técnica", explica.
La construcción, reconoce, fue dura, y en algunas ocasiones tuvo que emplear técnicas menos sostenibles de lo que le hubiera gustado. No obstante, afirma que su casa se acerca mucho a los requisitos ecológicos imprescindibles: es bioclimática –porque aprovecha los recursos naturales disponibles, eminentemente el agua y la luz solar–, apenas contamina y está hecha en su mayoría con materiales naturales –toda la tierra del edificio se sacó de su propio terreno y el agujero resultante dará cabida a una piscina natural–.
Desde entonces (y tal vez ya desde antes) Isleni entiende la ecología "como una forma de vida". No solo vive en una casa ecológica, también evita el uso de aerosoles y detergentes contaminantes, recicla minuciosamente cada residuo, compra productos locales e intenta evitar el consumo "por principios" de latas, plásticos y bebidas producidas por multinacionales. Pero lo más importante, cuenta, es que "al no ver la televisión ni vivir rodeada de tiendas, apenas consumo cosas; mi modelo mental no es un modelo de consumo"; y eso que, lejos de vivir como una ermitaña, viaja cada día a la capital para impartir docencia a jóvenes estudiantes.
El principal cometido de las bioconstrucciones no es obtener una vivienda a un bajo coste, pero el factor económico es un punto importante a tener en cuenta. Reutilizar materiales o aprovechar las materias primas del entorno también puede ser barato.
35 m2 por apenas 6.000 euros
La casa de Elena y Carlos tiene unos 35 metros cuadrados y de momento no ha llegado a costar 6.000 euros, y ello sumando los 7 a/m2 que han pagado por el terreno, lo que supone un coste de unos 178 a/m2 construido, cifra que no se acerca, ni por asomo, al precio de metro cuadrado de vivienda más barato en un municipio de más de 25.000 habitantes, que se cifra en 743,8 a y se encuentra en Novelda (Alicante), según los últimos datos del Ministerio de Fomento.
La casa de superadobe de Isleni, de 90 m2 construidos, costó unos 70.000 euros porque tuvo que pagar la mano de obra, pero reconoce que por solo la mitad podría haberla autoconstruido. Además, toda la luz eléctrica procede de una potente instalación de placas solares que la autoabastece con creces, en la que invirtió 12.000 euros que está segura rentabilizará "en solo unos años".
"Las empresas de construcción prefieren seguir haciendo lo de siempre a formarse en otras técnicas, cuando creo que ahora es el momento de apostar", asegura la arquitecta Pilar Díez. Y es que en la innovación y el desarrollo sostenible es donde se pueden encontrar buenas oportunidades de negocio en un sector tan sacudido por la crisis como es la construcción.
Las bioconstrucciones están dando a luz curiosos proyectos empresariales, entre los que se cuentan pequeñas empresas que construyen viviendas por encargo, bien sean de paja, tierra o piedra, entre otros materiales, así como pequeñas organizaciones que imparten cursos de especialización a bajos precios.
La Asociación de Proyectos de Desarrollo Sostenible en el Entorno Rural planea abrir el próximo verano en Navalmoral de la Sierra (Ávila) el que será el primer alojamiento rural de España formado por pequeñas casas de superadobe. A la filosofía de la construcción sostenible también añadirán una explotación de negocio igualmente sostenible, ya que "a idea es que la gente pueda alojarse y disfrutar del entorno por un precio simbólico", cuenta Fernando Garrido, socio de este proyecto que acogerá, además, un pequeño complejo de ocio con instalaciones deportivas y una variada oferta de actividades lúdicas, siempre con el respeto a la naturaleza como telón de fondo.
En Ordes (A Coruña) se inauguró en 2009 el primer establecimiento hotelero fabricado con pacas de paja. Por su parte, Bioklima Nature se presenta como una de las pocas empresas del país especializadas en la producción de materiales naturales de construcción (la lana de oveja o el cáñamo como material aislante, por ejemplo, o las pinturas naturales).
Protejer la salud y reducir residuos
Premisa básica de la bioconstrucción es que sus técnicas y materiales reviertan en edificios biocompatibles que protejan la salud, eviten el síndrome del edificio enfermo y los materiales tóxicos que lo producen. Por ende, numerosas materias primas presentes en determinadas zonas pueden ser idóneas para la construcción de viviendas, a pesar del rechazo social generalizado que existe a vivir en una casa de paja o tierra, que se debe principalmente a que se asocian a una clase social pobre.
A las casas fabricadas con adobe, superadobe o contenedores de barco se suman las fabricadas enteramente con pacas de paja (en España hay al menos medio centenar), que son baratas, saludables, resistentes y cuyo aspecto exterior impide adivinar el material con el que están fabricadas.
El bambú se emplea mucho, aunque no en nuestro país. Absorbe fácilmente el CO2 del entorno, es resistente, fácil de manipular y se regenera con cierta facilidad, aunque hay que tratarlo para que resista la humedad. Su uso se limita a Asia y algunas zonas de África y Centroamérica. Las casas construidas con neumáticos son otro ejemplo a tener en cuenta; como los contenedores, la materia prima tampoco es natural, pero su reutilización evita la generación de nuevos residuos.
También las hay de palés de madera o, para rizar el rizo, de botellas de plástico; una opción que puede sonar un tanto extraña, pero que con solo echar un rápido vistazo a Google Imágenes puede alzarse como una opción realmente digna, como dignas son casi todas las propuestas de bioconstrucción, porque la naturaleza ofrece posibilidades infinitas de aprovechamiento energético y reutilización de materiales. Solo hay que querer utilizarlos
Fuente: http://www.20minutos.es/