La mayoría de los edificios más altos de los veintidós ayuntamientos del área metropolitana son producto del ya acabado bum inmobiliario y de unos antiguos planes urbanísticos más permisivos con las alturas.
Los colosos de los veintidós municipios de la comarca coruñesa oscilan entre los 106 metros de la Torre Costa Rica en A Coruña -que 35 años después de que finalizase su construcción sigue siendo el más alto de Galicia- y la única planta de altura máxima que existe en concellos como Aranga y Mesía. Ambos extremos son las excepciones a la norma en la mayoría de los concellos, que tienen como edificios más altos aquellos que fueron construidos en medio de la fiebre constructiva del bum inmobiliario ya acabado, o a la sombra de los antiguos planes urbanísticos, más permisivos con las alturas de los edificios.
También cambia la consideración social de los rascacielos locales de cada municipio. Mientras la esbelta figura de la Torre Costa Rica coruñesa -también conocida como Hercón- es todavía un ejemplo para los estudiantes de arquitectura en temas como sostenibilidad energética o comodidad de las viviendas, construcciones como la Torre de Betanzos, con doce plantas, o el edificio Beiramar de Perillo, con catorce, son productos de las normas urbanísticas de décadas pasadas. Ahora sería impensable que los rectores de la villa brigantina -que vio cómo se levantaban las viviendas conocidas como la Torre a finales de los sesenta- o las contenidas normas de altura de Oleiros permitiesen la construcción de esos minirrascacielos en el lugar que ocupan actualmente.
Otros de esos colosos son más recientes. Es el caso de los tres edificios de doce plantas que dan sombra al paseo de O Burgo. Son construcciones modernas -uno de ellos todavía se encuentra en el proceso de venta de las viviendas- que se han levantado en una zona de expansión, lo que justificaría su cercanía a un trozo de cielo que sirve de corredor a los aviones que se dirigen al aeropuerto.
Otros municipios de carácter más rural nunca han tenido que polemizar sobre la altura de sus viviendas. La única planta de altura de sitios como Aranga o Mesía, o las dos plantas que son la norma en ayuntamientos como Bergondo, Irixoa -allí la excepción son las cuatro alturas del cuartel de la Guardia Civil- Vilasantar, Vilarmaior o Cesuras, en donde las cuatro plantas del sanatorio de tuberculosos es su particular Empire State. Este edificio de estilo modernista fue proyectado entre 1922 y 1924 por el arquitecto Rafael González Villar. El edificio se emplazó en Cesuras por su altitud y clima sano, aunque la obra acabó paralizándose en 1931.
Las fábricas, como en el caso de Coirós con el edificio de la empresa Gallega de Molienda de Clinker, o equipamientos, como las ocho plantas que la cárcel de Teixeiro (Curtis) alcanza en su torre de vigilancia, son también excepciones en municipios marcados por la escasa altura que alcanza el hormigón.
Vivir en lo más alto
Más allá de la calidad estética del edificio vivir en lo más alto sigue siendo un gran atractivo para la mayoría de los inquilinos. Los precios en el mercado inmobiliario así lo indican, y el coste de un piso suele bajar al mismo ritmo que la planta en que esté situado.
Un ejemplo de los privilegios de vivir más cerca del cielo se ve en la Torre Costa Rica. Hay 566 escaleras del último piso al portal, 32 plantas más abajo, pero con el simple acto de darle al botón del ascensor uno se transporta a más de cien metros de altura en poco más de minuto y medio. Los escasos problemas que surgen en este viaje a las alturas proceden de la imposibilidad de usar los elevadores eléctricos. Los vecinos acostumbran a contar la anécdota del vecino que compró un sofá que no cabía en el ascensor. Los empleados de la tienda se vieron obligados a utilizar las escaleras. Empezaron a subir el mueble un viernes. La entrega en el piso del sofá se produjo el lunes.
Salvo este tipo de inconvenientes puntuales, la vida en el edificio más alto de Galicia está marcada por una calidad que parte de la idea constructiva que guió el edificio entre 1972 -fecha en que se comenzó el proyecto- y su finalización en 1975. Viviendas con una luz magnífica y que disfrutan de hasta tres baños, vestidor, cocina con lavadero, cuatro dormitorios y salón solo se hacen ahora en construcciones de lujo y con precios prohibitivos. Y la Torre Costa Rica fue creada por una cooperativa que promovió pisos de protección oficial.
Aparte del nivel de comodidad de las viviendas, los vecinos de los rascacielos locales, ya sea el líder Hercón o los más modestos colosos de Culleredo con sus doce plantas, tienen sus grandes momentos de emoción cuando llega la época de temporales invernales. Ahí se pueden ver luces encendidas hasta altas horas de la noche si la contemplación del fenómeno meteorológico exige trasnochar. También abundan los mitos dentro de unas construcciones que, según varios de sus vecinos, se mueven con el viento. Y es cierto que se mueven, pero esa oscilación es imperceptible para un humano. El bamboleo de las lámparas se explicaría por los cambios de presión interior producidos por la pequeña curvatura que se produce en los cristales cuando el aire golpea con fuerza.
Nieve y aviones
Otro de los espectáculos que se puede contemplar en algunos de los rascacielos de la comarca pasan por los cambios de temperatura producidos por la altura. En el Costa Rica afirman que en invierno se dan situaciones como que en los pisos superiores se contemple cómo nieva y que al nivel del suelo llueva. Cien metros de diferencia parecen obrar el milagro.
Fuente: http://www.lavozdegalicia.es/
Los colosos de los veintidós municipios de la comarca coruñesa oscilan entre los 106 metros de la Torre Costa Rica en A Coruña -que 35 años después de que finalizase su construcción sigue siendo el más alto de Galicia- y la única planta de altura máxima que existe en concellos como Aranga y Mesía. Ambos extremos son las excepciones a la norma en la mayoría de los concellos, que tienen como edificios más altos aquellos que fueron construidos en medio de la fiebre constructiva del bum inmobiliario ya acabado, o a la sombra de los antiguos planes urbanísticos, más permisivos con las alturas de los edificios.
También cambia la consideración social de los rascacielos locales de cada municipio. Mientras la esbelta figura de la Torre Costa Rica coruñesa -también conocida como Hercón- es todavía un ejemplo para los estudiantes de arquitectura en temas como sostenibilidad energética o comodidad de las viviendas, construcciones como la Torre de Betanzos, con doce plantas, o el edificio Beiramar de Perillo, con catorce, son productos de las normas urbanísticas de décadas pasadas. Ahora sería impensable que los rectores de la villa brigantina -que vio cómo se levantaban las viviendas conocidas como la Torre a finales de los sesenta- o las contenidas normas de altura de Oleiros permitiesen la construcción de esos minirrascacielos en el lugar que ocupan actualmente.
Otros de esos colosos son más recientes. Es el caso de los tres edificios de doce plantas que dan sombra al paseo de O Burgo. Son construcciones modernas -uno de ellos todavía se encuentra en el proceso de venta de las viviendas- que se han levantado en una zona de expansión, lo que justificaría su cercanía a un trozo de cielo que sirve de corredor a los aviones que se dirigen al aeropuerto.
Otros municipios de carácter más rural nunca han tenido que polemizar sobre la altura de sus viviendas. La única planta de altura de sitios como Aranga o Mesía, o las dos plantas que son la norma en ayuntamientos como Bergondo, Irixoa -allí la excepción son las cuatro alturas del cuartel de la Guardia Civil- Vilasantar, Vilarmaior o Cesuras, en donde las cuatro plantas del sanatorio de tuberculosos es su particular Empire State. Este edificio de estilo modernista fue proyectado entre 1922 y 1924 por el arquitecto Rafael González Villar. El edificio se emplazó en Cesuras por su altitud y clima sano, aunque la obra acabó paralizándose en 1931.
Las fábricas, como en el caso de Coirós con el edificio de la empresa Gallega de Molienda de Clinker, o equipamientos, como las ocho plantas que la cárcel de Teixeiro (Curtis) alcanza en su torre de vigilancia, son también excepciones en municipios marcados por la escasa altura que alcanza el hormigón.
Vivir en lo más alto
Más allá de la calidad estética del edificio vivir en lo más alto sigue siendo un gran atractivo para la mayoría de los inquilinos. Los precios en el mercado inmobiliario así lo indican, y el coste de un piso suele bajar al mismo ritmo que la planta en que esté situado.
Un ejemplo de los privilegios de vivir más cerca del cielo se ve en la Torre Costa Rica. Hay 566 escaleras del último piso al portal, 32 plantas más abajo, pero con el simple acto de darle al botón del ascensor uno se transporta a más de cien metros de altura en poco más de minuto y medio. Los escasos problemas que surgen en este viaje a las alturas proceden de la imposibilidad de usar los elevadores eléctricos. Los vecinos acostumbran a contar la anécdota del vecino que compró un sofá que no cabía en el ascensor. Los empleados de la tienda se vieron obligados a utilizar las escaleras. Empezaron a subir el mueble un viernes. La entrega en el piso del sofá se produjo el lunes.
Salvo este tipo de inconvenientes puntuales, la vida en el edificio más alto de Galicia está marcada por una calidad que parte de la idea constructiva que guió el edificio entre 1972 -fecha en que se comenzó el proyecto- y su finalización en 1975. Viviendas con una luz magnífica y que disfrutan de hasta tres baños, vestidor, cocina con lavadero, cuatro dormitorios y salón solo se hacen ahora en construcciones de lujo y con precios prohibitivos. Y la Torre Costa Rica fue creada por una cooperativa que promovió pisos de protección oficial.
Aparte del nivel de comodidad de las viviendas, los vecinos de los rascacielos locales, ya sea el líder Hercón o los más modestos colosos de Culleredo con sus doce plantas, tienen sus grandes momentos de emoción cuando llega la época de temporales invernales. Ahí se pueden ver luces encendidas hasta altas horas de la noche si la contemplación del fenómeno meteorológico exige trasnochar. También abundan los mitos dentro de unas construcciones que, según varios de sus vecinos, se mueven con el viento. Y es cierto que se mueven, pero esa oscilación es imperceptible para un humano. El bamboleo de las lámparas se explicaría por los cambios de presión interior producidos por la pequeña curvatura que se produce en los cristales cuando el aire golpea con fuerza.
Nieve y aviones
Otro de los espectáculos que se puede contemplar en algunos de los rascacielos de la comarca pasan por los cambios de temperatura producidos por la altura. En el Costa Rica afirman que en invierno se dan situaciones como que en los pisos superiores se contemple cómo nieva y que al nivel del suelo llueva. Cien metros de diferencia parecen obrar el milagro.
Fuente: http://www.lavozdegalicia.es/