Una noche cualquiera, agotado tras una jornada leonina, Mohamed se quedó dormido en el sofá de su casa, en Madrid. El día siguiente también se acostó allí, y el siguiente, y el siguiente... ¿Un perezoso incorregible? ¿Acaso un adicto a la teletienda nocturna?
No, el inquilino de un minipiso de 7 metros cuadrados, en el que sofá y cama son la misma cosa. Aparte de ese rectángulo acolchado, le quedaban 5,5 metros de libertad para disfrutar del derecho a una vivienda digna. Sólo que el “cubículo” de Mohamed no era muy digno que digamos: una nevera, un hornillo, un pequeño televisor y la cama. Pagaba 180 euros al mes de alquiler. Y maldecía su suerte con rabia, porque no conseguía encontrar nada mejor. Un piso de siete metros es tan pequeño que en él no cabe ni la menor duda: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ya.
El denominador común de este tipo de nanopisos es que surgieron al albur de la burbuja inmobiliaria, y está enfocado a los jóvenes (menores de 30 años). Casi todos ellos tienen un pequeño aseo, un armario, una cama-sofá, una nevera y hasta microondas o lavadora. Está todo comprimido, por lo que los electrodomésticos destacan mucho en las fotos que cuelgan los arrendatarios en la web. Van quedando en desuso, gracias a la ayuda estatal de 210 euros para la emancipación y a la crisis del sector, pero sobreviven alquilándose por semanas o por meses. Y extrañamente, encuentran inquilino.
Los hay peores que el de Mohamed. Quizás no tan pequeños, pero sí mucho más abusivos en el precio. Actualmente, uno de los portales inmobiliarios más prestigiosos de España aloja un anuncio de un particular que pide ni más ni menos que 1.050 euros al mes por arrendar un piso de 25 metros cuadrados. Está en una zona céntrica de Madrid, y los pocos muebles que lo decoran parecen nuevos. A la primera llamada los dueños ya se muestran abiertos a posibles descuentos, y revelan la gran sorpresa: El piso está alquilado “hasta fin de mes”.
El colmo del disparate
Es un inmueble “carísimo” e “irreal”, según varias de las asociaciones que denuncian este tipo de “abusos”. No dan crédito a este caso: “¿25 metros por más de 1.000 euros? No puede ser, ¡madre mía!”. Máxime cuando el último Observatorio Joven de la Vivienda (Objovi) señala que la renta máxima que puede tolerar el joven medio sin ahogarse es de 376 euros al mes. Condición que no cumple ninguno de los tres alquileres que se adjuntan en esta página, que tienen de 15 a 18 metros de superficie y cuestan entre 400 y 550 euros.
Ni el local comercial en el que viven José Miguel, su pareja y su perra. “Es caro (534 euros). Además, nos entra agua cuando llueve y la dueña no quiere hacer nada”, asegura. Son sólo algunos ejemplos de infralquileres. A la venta también hay auténticas cajas de cerillas a precios (casi) surrealistas. Las peores, como las mejores, se encuentran en Madrid. Basten sólo tres ejemplos.
El primero, un estudio de 12 metros que cuesta 99.000 euros. A 8.250 euros el metro. Pese a todo, 1.258 personas han visitado ya esta oferta de idealista.com. El segundo caso llamativo es otro piso de 12 metros con un valor de 67.500 euros, que sigue anunciado pero, sorprendentemente, ya se ha vendido.
¿Quién habrá comprado esa casita a ese precio? Es un misterio, como que otro nanopiso se venda por 160.000 euros cuando tiene sólo 21 metros cuadrados. Para que se hagan una idea, en la misma capital se puede adquirir una casa seis veces mayor (de 122 metros) por 20.000 euros menos, y con cuatro dormitorios, dos baños y hasta terraza.
Según el Objovi, los jóvenes deben destinar más del 62% de su salario al pago de la hipoteca, de media. En Madrid la cifra sube al 75%. Y eso que este dato ha caído por el desmedro del euribor. El joven medio sólo podría comprar, sin ahogarse financieramente, un piso de entre 0 y 42 metros.
El responsable de la Plataforma por una Vivienda Digna, Rubén Sánchez, destaca que “más de la mitad de los jóvenes aún no se ha emancipado a los 30 años” y que hay muchos “hipotecados con sus parejas a 50 años por viviendas pequeñas, lejanas [al centro] y de dudosa calidad”. Y critica la política burbujista del sector público: “Se han cargado una generación entera”.
En el lado opuesto de esta polémica están los que ni siquiera pueden permitirse un minipiso, como Carolina. Ella y su novio se tuvieron que mudar cada uno a casa de sus padres hace casi cinco meses. No pueden compartir techo ni a su hija de 16 meses. Comparten desempleo: “Lo hemos intentado casi todo; ya no sabemos que hacer”, explica. “La gente se preocupa porque tienen pisos pequeños, y no saben lo que daría yo por un piso así”.
Tres ejemplos de ‘nanopiso’
El tren litera
Según la inmobiliaria que lo alquila, una de las bondades de este “coqueto estudio” es que tiene una habitación “doble”. Se refiere a eso que tiene usted frente a sus ojos, a la izquierda de estas líneas. En la época más recalentada de la burbuja a este tipo de inmuebles se le llamaba, irónicamente, “tren litera”.
En efecto, la estancia principal no es mucho mayor que un vagón. La casa está situada cerca del Parque del Retiro, en Madrid. Tiene un baño, que sumado al dormitorio-salón suma 15 metros cuadrados. Está “semi-nuevo” aunque el edificio tenga “de 30 a 50 años”, y cuenta con la tradicional cocina americana con horno y lavadora, calefacción central, y agua. Y hasta televisor. Es un sexto piso, pero la finca tiene ascensor.
Una habitación con vistas
¿Quién quiere más de 18 metros cuadrados cuando tu casa, en la novena planta, tiene unas vistas casi infinitas? La sensación de amplitud de este nanopiso nace y muere en el marco de su ventana. El resto son todo apreturas. El arrendador que se decida por esta minúscula claraboya a Madrid deberá pagar 500 euros al mes. A cambio, este estudio ofrece un baño, lavadora, nevera, calefacción, “gres cerámica” y armarios.
Y, ojo, a juzgar por las fotografías que acompañan el anuncio en Internet, la bañera tiene hidromasaje. Otras calidades: ascensor y posibilidad de alquilar una plaza de garaje. La agencia que lo arrienda cobra 500 euros por las gestiones y exige que el contrato tenga una duración mínima de tres meses, un mes de fianza y tres de aval.
Dulces sueños junto a la nevera
En 15 metros cuadrados hay poca imaginación que valga: la distribución de los muebles y los electrodomésticos acaba siendo todo un tetris. En este estudio de la zona madrileña de Canillas, el azar o la escasez de alternativas han venido a colocar la nevera junto al sofá-cama.
Qué mejor que el runrún del frigorífico para vencer al sueño, pensarán algunos. Ironías aparte, el precio de alquiler de esta vivienda es de 400 euros al mes –han rebajado 25 euros–. Esta cifra incluye las facturas del agua, la calefacción y la luz. El contrato mínimo es por seis meses. Lo más sardónico de la ficha técnica que ha colgado la inmobiliaria en Internet es que en la casilla sobre el número de habitaciones se responde: “A consultar”.
Fuente: http://www.expansion.com/
No, el inquilino de un minipiso de 7 metros cuadrados, en el que sofá y cama son la misma cosa. Aparte de ese rectángulo acolchado, le quedaban 5,5 metros de libertad para disfrutar del derecho a una vivienda digna. Sólo que el “cubículo” de Mohamed no era muy digno que digamos: una nevera, un hornillo, un pequeño televisor y la cama. Pagaba 180 euros al mes de alquiler. Y maldecía su suerte con rabia, porque no conseguía encontrar nada mejor. Un piso de siete metros es tan pequeño que en él no cabe ni la menor duda: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ya.
El denominador común de este tipo de nanopisos es que surgieron al albur de la burbuja inmobiliaria, y está enfocado a los jóvenes (menores de 30 años). Casi todos ellos tienen un pequeño aseo, un armario, una cama-sofá, una nevera y hasta microondas o lavadora. Está todo comprimido, por lo que los electrodomésticos destacan mucho en las fotos que cuelgan los arrendatarios en la web. Van quedando en desuso, gracias a la ayuda estatal de 210 euros para la emancipación y a la crisis del sector, pero sobreviven alquilándose por semanas o por meses. Y extrañamente, encuentran inquilino.
Los hay peores que el de Mohamed. Quizás no tan pequeños, pero sí mucho más abusivos en el precio. Actualmente, uno de los portales inmobiliarios más prestigiosos de España aloja un anuncio de un particular que pide ni más ni menos que 1.050 euros al mes por arrendar un piso de 25 metros cuadrados. Está en una zona céntrica de Madrid, y los pocos muebles que lo decoran parecen nuevos. A la primera llamada los dueños ya se muestran abiertos a posibles descuentos, y revelan la gran sorpresa: El piso está alquilado “hasta fin de mes”.
El colmo del disparate
Es un inmueble “carísimo” e “irreal”, según varias de las asociaciones que denuncian este tipo de “abusos”. No dan crédito a este caso: “¿25 metros por más de 1.000 euros? No puede ser, ¡madre mía!”. Máxime cuando el último Observatorio Joven de la Vivienda (Objovi) señala que la renta máxima que puede tolerar el joven medio sin ahogarse es de 376 euros al mes. Condición que no cumple ninguno de los tres alquileres que se adjuntan en esta página, que tienen de 15 a 18 metros de superficie y cuestan entre 400 y 550 euros.
Ni el local comercial en el que viven José Miguel, su pareja y su perra. “Es caro (534 euros). Además, nos entra agua cuando llueve y la dueña no quiere hacer nada”, asegura. Son sólo algunos ejemplos de infralquileres. A la venta también hay auténticas cajas de cerillas a precios (casi) surrealistas. Las peores, como las mejores, se encuentran en Madrid. Basten sólo tres ejemplos.
El primero, un estudio de 12 metros que cuesta 99.000 euros. A 8.250 euros el metro. Pese a todo, 1.258 personas han visitado ya esta oferta de idealista.com. El segundo caso llamativo es otro piso de 12 metros con un valor de 67.500 euros, que sigue anunciado pero, sorprendentemente, ya se ha vendido.
¿Quién habrá comprado esa casita a ese precio? Es un misterio, como que otro nanopiso se venda por 160.000 euros cuando tiene sólo 21 metros cuadrados. Para que se hagan una idea, en la misma capital se puede adquirir una casa seis veces mayor (de 122 metros) por 20.000 euros menos, y con cuatro dormitorios, dos baños y hasta terraza.
Según el Objovi, los jóvenes deben destinar más del 62% de su salario al pago de la hipoteca, de media. En Madrid la cifra sube al 75%. Y eso que este dato ha caído por el desmedro del euribor. El joven medio sólo podría comprar, sin ahogarse financieramente, un piso de entre 0 y 42 metros.
El responsable de la Plataforma por una Vivienda Digna, Rubén Sánchez, destaca que “más de la mitad de los jóvenes aún no se ha emancipado a los 30 años” y que hay muchos “hipotecados con sus parejas a 50 años por viviendas pequeñas, lejanas [al centro] y de dudosa calidad”. Y critica la política burbujista del sector público: “Se han cargado una generación entera”.
En el lado opuesto de esta polémica están los que ni siquiera pueden permitirse un minipiso, como Carolina. Ella y su novio se tuvieron que mudar cada uno a casa de sus padres hace casi cinco meses. No pueden compartir techo ni a su hija de 16 meses. Comparten desempleo: “Lo hemos intentado casi todo; ya no sabemos que hacer”, explica. “La gente se preocupa porque tienen pisos pequeños, y no saben lo que daría yo por un piso así”.
Tres ejemplos de ‘nanopiso’
El tren litera
Según la inmobiliaria que lo alquila, una de las bondades de este “coqueto estudio” es que tiene una habitación “doble”. Se refiere a eso que tiene usted frente a sus ojos, a la izquierda de estas líneas. En la época más recalentada de la burbuja a este tipo de inmuebles se le llamaba, irónicamente, “tren litera”.
En efecto, la estancia principal no es mucho mayor que un vagón. La casa está situada cerca del Parque del Retiro, en Madrid. Tiene un baño, que sumado al dormitorio-salón suma 15 metros cuadrados. Está “semi-nuevo” aunque el edificio tenga “de 30 a 50 años”, y cuenta con la tradicional cocina americana con horno y lavadora, calefacción central, y agua. Y hasta televisor. Es un sexto piso, pero la finca tiene ascensor.
Una habitación con vistas
¿Quién quiere más de 18 metros cuadrados cuando tu casa, en la novena planta, tiene unas vistas casi infinitas? La sensación de amplitud de este nanopiso nace y muere en el marco de su ventana. El resto son todo apreturas. El arrendador que se decida por esta minúscula claraboya a Madrid deberá pagar 500 euros al mes. A cambio, este estudio ofrece un baño, lavadora, nevera, calefacción, “gres cerámica” y armarios.
Y, ojo, a juzgar por las fotografías que acompañan el anuncio en Internet, la bañera tiene hidromasaje. Otras calidades: ascensor y posibilidad de alquilar una plaza de garaje. La agencia que lo arrienda cobra 500 euros por las gestiones y exige que el contrato tenga una duración mínima de tres meses, un mes de fianza y tres de aval.
Dulces sueños junto a la nevera
En 15 metros cuadrados hay poca imaginación que valga: la distribución de los muebles y los electrodomésticos acaba siendo todo un tetris. En este estudio de la zona madrileña de Canillas, el azar o la escasez de alternativas han venido a colocar la nevera junto al sofá-cama.
Qué mejor que el runrún del frigorífico para vencer al sueño, pensarán algunos. Ironías aparte, el precio de alquiler de esta vivienda es de 400 euros al mes –han rebajado 25 euros–. Esta cifra incluye las facturas del agua, la calefacción y la luz. El contrato mínimo es por seis meses. Lo más sardónico de la ficha técnica que ha colgado la inmobiliaria en Internet es que en la casilla sobre el número de habitaciones se responde: “A consultar”.
Fuente: http://www.expansion.com/