El "ladrillo" chino atrae a las fortunas catalanas


La ciudad china de Chongqing -la cuarta más grande del país- tiene una población de trece millones de habitantes. Chongqing está situada en el interior del país, hacia el sur, en la confluencia de los ríos Yangtse y Jialing.

Su municipalidad suma un total de 30 millones de personas, que viven en su mayoría en el campo. El movimiento migratorio hacia las ciudades provoca una gran necesidad de nuevas viviendas. Los núcleos urbanos de Chongqing absorben cada año unos 400.000 nuevos residentes procedentes de las áreas rurales, una oportunidad de negocio que los empresarios inmobiliarios europeos han dejado escapar hasta ahora.

Un grupo de family office, en su mayor parte catalanes y –aunque también los hay madrileños– han constituido el vehículo de inversión Chongqing Real Estate para participar en el desarrollo de viviendas en China, con el asesoramiento de Talenta Gestión, sociedad de valores con sede en Barcelona.

El primer proyecto conjunto supondrá una inversión de 10 millones de euros
Hasta ahora, pocas empresas europeas se han adentrado en el mercado inmobiliario del gigante asiático. La promotora catalana Habitat, por ejemplo, anunció su intención de desembarcar en el país, aunque nunca llevó a cabo su proyecto.

Socios
Chongqing Real Estate tiene un capital social de 60.300 euros, que se divide entre una decena de familias. Esta sociedad participa en una empresa creada para llevar a cabo uno de los proyectos inmobiliarios liderados en China por la compañía local Quantum Property Chongqing, propiedad de tres empresarios catalanes.

Se trata de José Cremades –que controla el 25% de la sociedad–, y de David Vilallonga y la familia Sans –propietaria de la promotora Volumetric–, que se reparten el 75%. La alianza de estos tres empresarios comenzó hace seis años, cuando desarrollaron un proyecto inmobiliario de 710 viviendas en Chongqing, todas ellas vendidas a un precio medio de 500 euros por metro cuadrado.

David Vilallonga está al frente de Grupo Vilallonga, que entró en China hace 25 años. Inicialmente, la empresa se dedicó a la importación de productos de lujo en los mercados asiáticos y creó una compañía que llegó a cotizar en la Bolsa de Hong Kong. Vilallonga –que es socio fundador de Fersa y accionista de Eccowood–, se desvinculó de la importadora de artículos de lujo y se introdujo en la inversión inmobiliaria en España, donde conoció a la familia Sans, ex propietaria de la textil del mismo nombre.

José Cremades, por su parte, lleva más de una década en China, aunque sus primeras inversiones estuvieron relacionadas con el sector tecnológico. El empresario, químico de formación, tiene también intereses inmobiliarios en la Costa Brava, así como en mercados como Rusia, donde está constituyendo una sociedad para invertir.

En función de los resultados de esta promoción se crearán nuevas sociedades
El primer proyecto que desarrollarán de forma conjunta Vilallonga, Cremades, Sans y el pool de inversores españoles está ubicado en el área de Jianshe, en Chongqing. Se trata de una promoción de tres torres de viviendas de 32 plantas cada una, un proyecto que los socios consideran “pequeño”.

La sociedad que se utilizará para la promoción de estas tres torres será New Quantum Development, que estará participada en un 25 %, como mínimo, por Quantum Property Chongqing y los family office tendrán, como máximo, el 50% del proyecto de Jianshe, en el que tomarán parte también socios chinos.

Los inversores españoles aportarán entre tres millones y cinco millones de euros al proyecto, sobre una inversión total estimada de 10 millones de euros.
En función de los resultados de la inversión en Jianshe se crearán otros vehículos de inversión más adelante.

Cada promoción tendrá una duración media de 36 meses y una tasa interna de rentabilidad (TIR) de entre el 14% y el 24%, según sus promotores.

Un mercado muy peculiar
El sector inmobiliario en China tiene poco que ver con las características del negocio en España. De entrada, todo el suelo es público. Para impulsar la construcción de viviendas, los ayuntamientos sacan a subasta derechos de superficie entre los promotores, con la condición de que desarrollen el proyecto en un plazo máximo de dos años; en caso contrario, el adjudicatario pierde sus derechos.

Según Cremades, esta práctica evita que las empresas acumulen suelo. Los promotores no pueden lograr financiación de los bancos, pero sí de las constructoras, que son estatales y que financian con créditos hasta el 30% del coste del edificio. Ese porcentaje de edificación del proyecto coincide con el mínimo necesario para iniciar la comercialización de los pisos.

Los compradores acceden a la vivienda tras recibir un crédito hipotecario de la banca, aunque no es extraño que recauden fondos entre sus familiares. Otra peculiaridad es que los pisos se entregan sin acabar el interior, que cada familia diseña a su gusto.

Fuente: www.expansion.com
 
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